Lágrimas Perdidas
lunes, 16 de julio de 2012
Pasividad
Pascual García, "Todos los días amor".
sábado, 7 de julio de 2012
Deseando que el día acabe
jueves, 13 de octubre de 2011
Siempre
miércoles, 24 de agosto de 2011
Ego yo mi me conmigo.
Estoy cansada ya de todo. De los egoísmos. Cansada de vagar por un mundo en el que el único interés que persigue a la gente es el amor propio, el exprimir el máximo jugo de sus actos haciéndolos concordar con su más bajo instintos, el egoísmo.
Harta de tener que volver a empezar cada vez que lo hacen, de olvidar y volver a encontrarlo. Toda la vida así. Yo ya sé que no soy diferente a vosotros, que también busco el beneficio para mí, pero no; yo no ahogo los tuyos por colmar los míos. Yo no entorpezco tu gloria por conseguir la mía. Yo no saturo a los demás por conveniencia. Cansada de esperar, de esperar y de esperar pensando que quizás, algún día, dejéis de pensar en vosotros mismos para daros cuenta que hay otros que también están aquí y que, segura estoy, que si los pudierais tratar sin egoísmo… os recompensaría la fidelidad de sus ojos, haciéndote confiar todo lo que posees en él.
¿Cuánta gente se ha dado cuenta de esto? Pues parece ser que todos los saben, que todos lo critican y que pocos los inhiben. Aunque ellos lo sepan, que no está bien pisar a los demás para conseguir cualquier cosa… pero aun así, no se dan cuenta de que ellos también son iguales. Que son incluso capaces de vender su alma por conseguir su objetivo. Llegan a utilizar todo tipo de instrumentos para saciar su egoísmo como victimismo, cinismo, falsedad…
Hasta aquí, hasta aquí llega. No es verdad que vaya a poder seguir mi ruta sin tener que pararme porque la rabia me atrape los pies con el suelo, pero sin embargo haré caso omiso de sus intereses, sólo los trataré con el mismo desprecio que ellos a mí, con lo que se merecen.
Ego, ego, ego.
jueves, 19 de mayo de 2011
martes, 26 de abril de 2011
Recuerdo al llegar cómo me miraste.
La vida le devolvió todo lo que había regalado. Las cosas no ocurren por casualidad... el destino, sabio capacitado para demostrarte que las cosas ocurren por una razón, que vivir no es sólo respirar.. que detras de todo el batir de alas, del polvo y del escozor de ojos está tu vida, la tuya.
Que la prepotencia, el aguante, cerrar los ojos para imaginar que no estas en ese sitio. Gracias por hacerme la vida tan imposible. Por que, y perdona que derrumbe tus pretensiones, él me sujeta.
Un año, un año soportando mis idas y venidas, mis dias rosas y los negros, 365 días intentando chafar todos los recuerdos anteriores de verlo enfrente. Cuando todo se paró, como si el momento se quedase atrapado en una fotografía... menudo panorama. ¿y que sentiste? no lo supiste... fue eso, el destino que te hizo una señal pero con el revuelo de sentimientos no lo advertiste.
Primero vinieron la intención. Tu lo notabas, él quería salvarte. No había día que no despertases entre lágrimas y él no se hubiera adelantado a dedicarte algo bonito.
Sí, aunque creyeras que eso nunca te pasaría a tí... el lo hacía. Él. Después vinieron las huidas, las mentiras, las excusas, los quiero y no puedo, las ataduras, la reaparación de mi sonrisa. ¿Y él? él también reía por tres cada vez que yo movia mis mejillas y le miraba reirse.
La mejor sonrisa nunca vista, los dientes blancos y perfectos, los labios carnosos y rosados... el guiño de un niño pequeño cuando le haces cosquillas. Y sólo por ti. Y entonces vino... la magia.
El encanto de mirarnos, que los 5 cm que distaban entre nuestras bocas se hicieron 5 km, pero él corría y corría por ellos para hacer encontrarlas.
Las caricias, la resurección, las manos cogidas, levantarse y quedarte mirandolo mientras conducía durante todo el camino sólo para obtener el resultado de su cabeza girando a encontrarse con tus ojos y la sonrisa. Su sonrisa. Esa perfecta sonrisa. Nada que me llene más que eso.
Se soltaron todas las cadenas que nos pesaban de las piernas y pudimos echar a correr por un prado verde lleno de tí y de mí. Y corrimos. Y jugamos a ser dos niños que no quieren dormir. Mis tuercas se apretaron con el aroma que se inspiraba detrás de su oreja, el tesoro escondido. Todo un año, es poco... para toda una vida a rebosar de sonrisas y guiños, de enfados y desenfados, de querernos... de tenernos. Un año, poco para toda una vida... dos en una.
lunes, 28 de febrero de 2011
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Y era así, ella mantenía su vida enlazada a la que sus “trozos de composición” le marcaban. Bailaba al son de sus seres queridos, como todos. Y siempre siempre, teniendo claro lo que eran. SUS SERES QUERIDOS, que no le importaba tener que darlo todo por ellos, ni pasar noches en vela a la vera de su cama… que de algún modo alguien o algo, llamado Dios o no, le recompensaría. Ella no era creyente ni creía que esa voz venida del cielo, sería el guión de sus actuaciones pero sí creía, sin embargo, en otra voz; en la de la conciencia. Estaba totalmente tranquila y tenían sus venas tanta calma de haber sabido llevar todos los dolores y males que el destino a ella le había dedicado y, además, de haber cargado a cuestas también con el de los que ella quería.
Miraba atentamente los gestos que los demás tenían con sus seres, o incluso los que desconocidos tenían con los suyos. Así, ella aprendió a distinguir el cariño con el verdadero amar. Sólo una persona que te ama es capaz de darte TODO lo que tenga para conseguir tu felicidad. Con todo me refiero a todo, a cada gota de sangre que emana por tu corazón, a cada átomo de oxígeno que no respirarías para donarle o a cada suspiro tonto que no derramarás porque pensarás que no tiene sentido hundirte cuando siempre hay alguien ahogado en la oscuridad y tú, prestándole tu mano, tu brazo o tu cuerpo, puedes ayudarle a acercarle a la luz.
No le importaba configurar su vida en puzles que sólo podían hacerse con las piezas de los demás, porque ella, desde pequeña… había estado armando puzles con piezas que había en la casa de otros. Ella vio marchitar la vida de alguien a quien habían dedicado muchos cuidados y mimos, de alguien que no resurgiría… que pasó una veintena de su vida en una cama, sin hablar y sin moverse, sólo sintiendo… llorando y padeciendo por los sufrires que les estaba haciendo pasar a los suyos. Sóla, sólo con ellos, ¿dónde estaban los demás? ¿los que se acercaron cuando todo estaba en orden y se alejaron cuando había que arrimar el hombro? Escondidos, prefirieron guardar su dedicación y prefirieron gastar su tiempo en cafés o series televisivas que los alejara de la verdad, aquellos a los que su conciencia estuvo manchada y que cada noche, al acostarse… siempre su mente repetiría durante unos minutos las mismas dos palabras en la voz de alguien querido “estoy aquí…”. Se arrepentiría de su incomodo egoísmo y se prometería que, a partir de entonces, su alma quedaría más en calma al hacer un acto de bondad que su propio ser, a gritos, le pedía que hiciera. Pero no, pasados esos minutos, dormiría tranquila y cómodamente en su cama, pensando que nadie era tan feliz como él.
Pues no, te equivocas.
Yo soy más feliz que tú, tengo mis manos manchadas pero mi conciencia totalmente limpia. Desde que me acuesto hasta que me levanto paso el tiempo totalmente tranquila, sin remordimiento y sonriendo al recordar, que de uno o de otro modo, hago todo lo que puedo por alguien a quien amo.