lunes, 28 de febrero de 2011

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Y era así, ella mantenía su vida enlazada a la que sus “trozos de composición” le marcaban. Bailaba al son de sus seres queridos, como todos. Y siempre siempre, teniendo claro lo que eran. SUS SERES QUERIDOS, que no le importaba tener que darlo todo por ellos, ni pasar noches en vela a la vera de su cama… que de algún modo alguien o algo, llamado Dios o no, le recompensaría. Ella no era creyente ni creía que esa voz venida del cielo, sería el guión de sus actuaciones pero sí creía, sin embargo, en otra voz; en la de la conciencia. Estaba totalmente tranquila y tenían sus venas tanta calma de haber sabido llevar todos los dolores y males que el destino a ella le había dedicado y, además, de haber cargado a cuestas también con el de los que ella quería.

Miraba atentamente los gestos que los demás tenían con sus seres, o incluso los que desconocidos tenían con los suyos. Así, ella aprendió a distinguir el cariño con el verdadero amar. Sólo una persona que te ama es capaz de darte TODO lo que tenga para conseguir tu felicidad. Con todo me refiero a todo, a cada gota de sangre que emana por tu corazón, a cada átomo de oxígeno que no respirarías para donarle o a cada suspiro tonto que no derramarás porque pensarás que no tiene sentido hundirte cuando siempre hay alguien ahogado en la oscuridad y tú, prestándole tu mano, tu brazo o tu cuerpo, puedes ayudarle a acercarle a la luz.

No le importaba configurar su vida en puzles que sólo podían hacerse con las piezas de los demás, porque ella, desde pequeña… había estado armando puzles con piezas que había en la casa de otros. Ella vio marchitar la vida de alguien a quien habían dedicado muchos cuidados y mimos, de alguien que no resurgiría… que pasó una veintena de su vida en una cama, sin hablar y sin moverse, sólo sintiendo… llorando y padeciendo por los sufrires que les estaba haciendo pasar a los suyos. Sóla, sólo con ellos, ¿dónde estaban los demás? ¿los que se acercaron cuando todo estaba en orden y se alejaron cuando había que arrimar el hombro? Escondidos, prefirieron guardar su dedicación y prefirieron gastar su tiempo en cafés o series televisivas que los alejara de la verdad, aquellos a los que su conciencia estuvo manchada y que cada noche, al acostarse… siempre su mente repetiría durante unos minutos las mismas dos palabras en la voz de alguien querido “estoy aquí…”. Se arrepentiría de su incomodo egoísmo y se prometería que, a partir de entonces, su alma quedaría más en calma al hacer un acto de bondad que su propio ser, a gritos, le pedía que hiciera. Pero no, pasados esos minutos, dormiría tranquila y cómodamente en su cama, pensando que nadie era tan feliz como él.

Pues no, te equivocas.

Yo soy más feliz que tú, tengo mis manos manchadas pero mi conciencia totalmente limpia. Desde que me acuesto hasta que me levanto paso el tiempo totalmente tranquila, sin remordimiento y sonriendo al recordar, que de uno o de otro modo, hago todo lo que puedo por alguien a quien amo.

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