martes, 26 de abril de 2011

Recuerdo al llegar cómo me miraste.

Por fín.
La vida le devolvió todo lo que había regalado. Las cosas no ocurren por casualidad... el destino, sabio capacitado para demostrarte que las cosas ocurren por una razón, que vivir no es sólo respirar.. que detras de todo el batir de alas, del polvo y del escozor de ojos está tu vida, la tuya.

Que la prepotencia, el aguante, cerrar los ojos para imaginar que no estas en ese sitio. Gracias por hacerme la vida tan imposible. Por que, y perdona que derrumbe tus pretensiones, él me sujeta.
Un año, un año soportando mis idas y venidas, mis dias rosas y los negros, 365 días intentando chafar todos los recuerdos anteriores de verlo enfrente. Cuando todo se paró, como si el momento se quedase atrapado en una fotografía... menudo panorama. ¿y que sentiste? no lo supiste... fue eso, el destino que te hizo una señal pero con el revuelo de sentimientos no lo advertiste.
Primero vinieron la intención. Tu lo notabas, él quería salvarte. No había día que no despertases entre lágrimas y él no se hubiera adelantado a dedicarte algo bonito.
Sí, aunque creyeras que eso nunca te pasaría a tí... el lo hacía. Él. Después vinieron las huidas, las mentiras, las excusas, los quiero y no puedo, las ataduras, la reaparación de mi sonrisa. ¿Y él? él también reía por tres cada vez que yo movia mis mejillas y le miraba reirse.
La mejor sonrisa nunca vista, los dientes blancos y perfectos, los labios carnosos y rosados... el guiño de un niño pequeño cuando le haces cosquillas. Y sólo por ti. Y entonces vino... la magia.
El encanto de mirarnos, que los 5 cm que distaban entre nuestras bocas se hicieron 5 km, pero él corría y corría por ellos para hacer encontrarlas.
Las caricias, la resurección, las manos cogidas, levantarse y quedarte mirandolo mientras conducía durante todo el camino sólo para obtener el resultado de su cabeza girando a encontrarse con tus ojos y la sonrisa. Su sonrisa. Esa perfecta sonrisa. Nada que me llene más que eso.
Se soltaron todas las cadenas que nos pesaban de las piernas y pudimos echar a correr por un prado verde lleno de tí y de mí. Y corrimos. Y jugamos a ser dos niños que no quieren dormir. Mis tuercas se apretaron con el aroma que se inspiraba detrás de su oreja, el tesoro escondido. Todo un año, es poco... para toda una vida a rebosar de sonrisas y guiños, de enfados y desenfados, de querernos... de tenernos. Un año, poco para toda una vida... dos en una.