Te levantas y las emociones comienzan.
Te miras al espejo y sonríes; esto es nuevo, hoy te ves bien... positiva, con alegría. Comienzas a odiar el espejo. Mentiroso, tantas veces te engañó y te hizo mostras un reflejo que no eras tú, solo tus fantasmas. Pero ahora... todos vencidos, olvidados... borrados. Le echas una mirada fulminante a ese enemigo material por haberte querido mostrar la peor parte de tí en aquellos días cuando te mirabas y deseabas no encontrar una persona allí, mirandote fijamente delante de tí. Cuando esperabas encontrar aire o vacío y él te devolvía tu imagen, sí, esa eras tú. Inimaginable, todo lo que cambiaste. Pero ahora, ahora... la misma, la de siempre. Volviste, tú.
Después te dispones a desayunar y mientras viertes la leche sobre un vaso piensas... ¿Pensar? Si no habias dejado de hacerlo! Piensas y reflexionas, te ries de los sueños que has tenido esa noche y los pones en orden mientras te sientas en el sofá para reconocer al mundo, al tuyo, en noticias asesinas con las que te despiertas cada día. Pero a tí te da igual, solo quieres alejarte del pasado, ser tú... única. ¿Qué mas dá que pase fuera?. Apagas la tele y te diriges hacia tu armario.
Buscando algo... la ropa desordenada, como tu futuro. Cuantas veces dijiste "mañana organizo el armario, mamá" pero sin embargo sigue así, desmoronandose... que casualidad, como tus recuerdos. Dejemos mejor lo desordenado así, sin tocarlo.
Tras vestirte y malhumorarte porque llegas tarde, como siempre, diriges tu vida hacia un camino. Pero cuanta gente hay dentro de él! Sí, demasiada... más de la que tu desearias, pero están ahí que es lo importante. Coges las llaves, echas a correr por la casa buscando el móvil. No encuentras nada, siempre igual. ¿Nunca cambiarás? Pero tienes fé, lo encontrarás... al igual que encontraste la felicidad y mira que la habías escondido concienciadamente. Lo encuentras y sonries, llamadas perdidas. ¿Suyas?. Otra casualidad... has encontrado el movil y con aquello, la felicidad. Sonries más todavia... ¿Más?
Bajando las escaleras corriendo, te caes.. como siempre. Nada de eso ha cambiado. Te levantas y pones todo en orden. De nuevo. No importa, nadie te ha visto en aquel estado. Y sobre todo, te percatas que no has necesitado ayuda para salir de él... al contrario que cuando caes y necesitas apresuradamente aquella caricia que te hace revivir.
Has llegado a la puerta, él está ahí... esperandote. Te mira y sonríe. Tu también sonries. ¿Más todavia? ...entonces el tiempo se para y vuelve a comenzar otro día, un día nuevo. Días gratos... plenos, que comienzan en aquel segundo de aquel minuto en que sientes su presencia.
Día nuevo, día recién amanecido.
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